La de bobadas que habrá soltado mi generación sobre los rituales considerados corno muestra de ciega sumisión, las notas envilecedoras, el dictado reaccionario, el cálculo mental embrutecedor, la memorización de los textos infantilizante, ese tipo de proclamas.
Sucede con la pedagogía como con todo lo demás: en cuanto dejamos de reflexionar sobre casos particulares (pero, en este campo, todos los casos son particulares), para regular nuestros actos, buscamos la sombra de la buena doctrina, la protección de la autoridad competente, la caución del decreto, el cheque en blanco ideológico. Luego nos plantamos sobre certezas que nada hace vacilar, ni tan siquiera el desmentido cotidiano de la realidad. Solo treinta años más tarde, si la Educación Nacional al completo cambia de rumbo para evitar el iceberg de los desastres acumulados, nos permitimos un tímido viraje interior, pero es el viraje del propio paquebote, y henos aquí siguiendo el rumbo de una nueva doctrina, bajo, la égida de un nuevo mando, en nombre de nuestro libre albedrío, claro está, pues somos eternos antiguos alumnos.
Daniel Pennac. Mal de Escuela. Barcelona. Mondadori. 2008. Pág. 120.